Si te hubiera escuchado aquella vez, quizá hubiera vivido arrullado en tu regazo y hubiera sonreído todos los días de mi vida, como mi madre hubiese querido, si hubiera vivido lo suficiente como para desearlo.
Si no te hubiera decepcionado, perdido e insultado, quizá hubiera encontrado la argolla perfecta para nuestros dedos, hubiera dicho un brindis largo y gracioso en honor a tu pelo corto y tus pestañas largas.
Hubiera llorado en silencio todas esas traiciones y hubiera mentido acerca de mis engaños, golpes e insultos. Hubiera sido una mediocre madre y aún la peor mujer, incapaz de abandonarte por los crímenes en su espalda. Hubiera mirado unos ojos brillantes, como estrellas esperanzadas, en lugar de este triste cadáver, prueba de tu suicidio.
Pero hubiera, aunque sea, vivido un tiempo contigo.