Perdimos la inocencia, la capacidad de asombro, la fe en el futuro. Perdimos la iniciativa, el hambre de progreso, las ganas de cambiar lo que hay que cambiar.
Entre el tedio y la pasión, el instinto y la razón, entre la perseverancia y la cruel resignación, de esa magia que no los va a dejar ser dos amantes del montón.